Nuestra Historia

Hebra Viva: Cuando el Tejido se Convierte en un Refugio

Mi historia con el tejido comenzó en la adolescencia, cuando aprendí en el colegio y me enamoré de cada puntada. Sin embargo, con el tiempo, quedó en pausa. Años después, con la llegada de mis hijos, intenté retomarlo tejiendo mantitas que nunca terminé. El tejido iba y venía, hasta que la vida me puso a prueba y lo convirtió en algo mucho más profundo.

En un momento difícil de salud, necesitaba algo que me ayudara a sobrellevar los tratamientos, algo que me sostuviera. Así fue cómo volví al tejido, esta vez con un propósito mayor. Aprendí nuevas técnicas, tomé clases y descubrí que no solo estaba tejiendo lanas, sino también paz, resiliencia y fortaleza. El tejido se convirtió en mi terapia, en mi refugio, en ese espacio donde cada puntada me ayudaba a sanar.

A medida que avanzaba en este camino, fui descubriendo nuevas fibras, materiales y técnicas. Uno de ellos fue el trapillo, y con él, nació la idea de emprender. Al principio, lo traía desde Santiago para mis propios proyectos, pero poco a poco, otras tejedoras comenzaron a interesarse en el material. Me pedían encargos, pero sentía que lo mío no era vender tejidos terminados. Hasta que alguien me dijo: "¿Y si enseñas a tejer en lugar de tejer para otros?"

Esa idea quedó rondando en mi mente, y decidí prepararme para hacerlo bien. Viajé a Santiago a un taller con @soylolatejedora, donde no solo aprendí a impartir clases, sino que también surgió la oportunidad de vender sus materiales en Antofagasta. Así nació mi primer emprendimiento: comencé vendiendo trapillo desde casa a través de Instagram, y pronto los talleres fueron creciendo, atrayendo a más personas que querían aprender a crear con sus propias manos.

El crecimiento fue tan rápido que en poco tiempo abrí mi primera tienda física, Makiaraña Crochet Store. Fue una etapa maravillosa, donde no solo vendí materiales, sino que tejimos comunidad, compartimos saberes y creamos lazos que aún perduran. La tienda creció tanto que en pocos meses me mudé a un local más grande, con más espacio para exhibir materiales y recibir a las tejedoras.

Pero como en toda historia, hubo momentos de cambios inesperados. Primero llegó el estallido social, luego la pandemia, y con ello la necesidad de cerrar la tienda. Sin embargo, el tejido no se detuvo. Me reinventé con una tienda online, que fue todo un éxito. El encierro y la ansiedad hicieron que muchas personas buscaran en el tejido una forma de desconectarse y encontrar calma. Durante ese tiempo, más personas que nunca se sumaron a este mundo.

Cuando la normalidad volvió, las ventas en la tienda online comenzaron a disminuir, ya que las personas preferían ver y tocar las lanas en persona. Al mismo tiempo, mis responsabilidades crecieron y cada vez tenía menos tiempo para dedicarle a la tienda. Con una rutina más demandante, decidí cerrarla, solo enseñar y compartir el tejido a través de los talleres presenciales.

Con el tiempo, la idea de emprender seguía latente, esperando el momento adecuado. Y ese momento llegó cuando sentí que era hora de dar un nuevo paso, con más claridad y propósito. Esta vez no estaba sola, tenía a mi lado a Percy, mi compañero en todo, quien siempre me ha motivado a lanzarme sin miedo.

 

Así nació Hebra Viva, no solo como una tienda, sino como un espacio de inspiración, conexión y creatividad. Más que vender materiales, buscamos crear un lugar donde el tejido sea una experiencia, una forma de expresión y una comunidad donde cada hebra cuenta una historia.